domingo, julio 10, 2011

Adiós

Caminamos por la vida en un estrecho pasillo, mirando de frente y a veces, hacia el piso. Ya sabes, a veces pesa tanto el hecho de vivir que te encorvas, pero encuentras lo hermoso en todo, porque, bueno… si no lo haces, lo que te queda es llorar todo el tiempo.
Y este pasillo se ensancha, da color, se expande y ahora puedo respirar más aire y es bello, mis pulmones se sacian de frescura, mis ojos derraman lágrimas pero no hago mayor caso. Alguna vez dije que me gusta estar tirado en la arena, pero no dije que me gusta barrer mis dedos en ella. Ser feliz. Ser yo. Es lo que me queda después de tantas lágrimas.
Estoy aquí y estaré en todos lados, camino y navego sin problema, acaricio el aire ¿lo puedes ver? Pertenezco a esta luz y a aquella oscuridad y estoy bien con eso. ¿Cuándo mis ojos dejarán de gotear por aquella que se fue? ¿En qué momento me convertí en un cabrón? Porque de verdad, no tengo edad ni porvenir, eso me ha quedado muy claro cada vez que miro al cielo, pero eso tampoco es necesariamente lo ideal, porque al levantar la vista, debería poder contemplar tus ojos, los que nunca puedo ver pero sé que están ahí.
Y ahora que lentamente asciendo con mis ojos cerrados, me resigno a que no veré más el amanecer ni las estrellas, si de algo me he de arrepentir, es de no haberlas mirado lo suficiente como para tatuarlas en mi recuerdo, bailando, concentradas en darme su brillo, preocupadas por limpiar los mares que salen de mis ojos.