martes, enero 31, 2006

Estamos hartos de.........

Los pendejos mamadores de extranjeros.

Síii. Son un carajo de carajitos. Se sienten tan poca cosa que su referencia favorita es: "Conocí a fulanito que viene de Austria" Y de ahí a señalar atributos que seguro un nopalón como tú que estás leyendo, no tiene y que si los tiene no vale por ser del País. Son unos pendejazos, de hecho aquí surge un tanto de malinchismo, ya que aunque suelen ser de esos fresones autóctonos de izquierda baratísima y le echan la culpa a los gringos de todo, en cuanto conocen a uno paran las nalguitas con toda la disposición a conocerle. Claro está, los extranjeros poca o ninguna culpa pueden tener de esto, aunque también, acostumbrados a como están de que de todos lados los manden a la chingada ya sea por apestosos, mensos o simplemente por feos, llegar a México es para ellos una bendición y le sacan provecho; y cómo no, con tanta adolescentita putona que ahorita abunda o tanto latin lover de bronce que rola por el País, pos pendejo el extranejro que no lo aprovecha ¿no?

Pero ahondando otra vez en la cabecita del mamador de extranjeros, seguimos con lo de su referencia y es que siempre, aunque sea un pobre ignorante, el tipo o tipa que cita la referencia extranjera, sabe que tiene una ventaja al mencionar a algún extranjero. Y si dice que tuvo oportunidad de hablarle, así sea un pobre diablo el extranjero, esto, le pone un aura de interés sobre otras personas (pendejas también) y ha subido un escalón más de su status quo y un brincote para su desaliñado ego.

Chingón ¿no? Se confunde el relajo del malinchismo. Esto va más allá del malinchismo, esto es un anclaje de los egos inflados y autoestimas pisoteadas o el simple lucimiento de la pendejez. Así es la gente.

domingo, enero 15, 2006

La Miserabilidad (Parte III)

"Y me ví las manos, y no me lo creía... todas las marcas no estaban ya; me quité el pantalón y me boté en la cama a ver Laura en América"

Pepe Bolillo en La Miserabilidad II

Lo silencioso de su caminata se volvía atractivo en sus esfuerzos por no mostrar que estaba haciendo caminata. Ya sabes, como los tipos que compiten en marcha y eso.

Momento - dijo el interlocutor - marcha y caminata son distintos, no puedes juntar esos hechos porque..

¿Y a alguien le importa lo exacto que pueda ser ese detalle? - interrumpió molesto Toño Memelas con la autoridad que no podía sostener en otra situación y que por consiguiente, ahora disfrutaba - lo que importa es lo que tengo que decirte. Esa cosa es la neta del planeta, es el motivo por el que tú y yo estamos aquí.

Beto Canales sacó su rostro de la oscuridad y se reacomodó. Le molestaba ese cuarto lleno de cucarachas y podía sentir cómo caminaban entre sus piernas y le bajaban por los huevos. No es porque no estuviera acostumbrado al cuchitril que compartía con el resto de mendigos del edificio, pero el Antro de Toño Memelas, por algo recibía ese título. Aquí las cucarachas eran al menos dos veces más grandes y de las grietas salían varias alimañas más. Toño Memelas era famoso por "organizar" peleas entre multitudes de cucarachas y un par de ratones, a quienes encerraba en un tambo y les impedía salir poniendo un pequeño aro de fuego en la parte alta del tambo. Los animales tenían que pues, pelear. Claro, Memelas no podía hacerse entender, pero al encerrar un ratón con cerca de 50 cucarachas no ofrece muchas opciones. Se dice que al inicio este era un placer que lo delectaba en sus momentos de soledad, después se le ocurrieron variantes como poner cerca de 300 hormigas para aumentar el disfrute de la pelea por nada entre ratón y cucarachas. En su cabecita prematuramente blanca, Toño Memelas azuzaba a los insectos para que entraran de lleno a la pelea. Para empezar buscaba hormigueros grandes, de hormigas rojas. En los jardines de la Clínica a tres cuadras de su casa, tenía una buena fuente de surtido de hormigas rojas, encabronadas. Se ponía guantes gruesos y con una coladera de hoyos muy pequeños para que no se salieran los rojos insectos, los metía en una bolsa para basura y ésta la revestía con un costal grueso. Las tres cuadras regreso a casa, Memelas iba azotando la bolsa, soltando carcajadas mientras imaginaba lo emputadas que estaban ya las hormigas. Se dice que una vez se alocó estrellando la bolsa que en el último de los madrazos, llegando ya a su casa, la bolsa se abrió y por el costal grueso algunas hormigas - unas cien - se escaparaon y en la jeta le vinieron a caer por el vuelo que llevaba. Se especula que el aspecto que luce su cara (toda cacariza) tiene que ver con ese ataque de hormigas enfurecidas y es que en una explosión de furia y dolor, el Memelas metió la cara en el lavadero y abrió lo más que pudo el agua, pero el agua sucia estancada en el mismo, hizo que se le infectaran las heridas que le habían hecho las ya ahogadas hormigas y que le ha dado ese toque viruelesco a su rostro. Como sea, el desquiciado llegaba a casa con la bolsa repleta de hormigas emputadas. Dejaba salir temerariamente a unas cuantas con sus hocico-tenazas apretando el costal y este maldito tomaba una caja de casetes al momento en que dejaba que las hormigas comenzaran a salir por un conducto que él mismo había dispuesto de la boca del costal hacia el Tambo de la Pelea o Coliseo Romano como le llamaba Beto Canales y las pocas que se escapaban, eran el ejemplo para el invento de torturas de Memelas. Hormiga que se escapaba quedaba presa en la cajita de caset. Memelas se encargaba de que las hormigas, mientras atontadas y furiosas caminaban por el tubo-conducto al tambo, "vieran" lo que le pasaba al as que se atrevían a hacer esfuerzos por salirse del tubo. El demente abría un poquito la caja de caset y cuando le insecto asomaba su cabeza la cerraba intempestivamente causando una decapitación al insecto que le arrancaba carcajadas. A veces se quedaba sorprendido y veía como el cuerpo seguía moviéndose y el hocico-tenaza del insecto también. Agarraba una libretita y apuntaba estos hechos, apuntando lo que él llamaba "hechos científicos" sobre el tiempo que la cabeza seguía mordisqueando (el record máximo que una cabeza alcanzó fué de una hora y veinte minutos) o como el cuerpo seguía su marcha fuera de la caja del caset y se le perdía de vista. Aunque esto le causaba muchas risas siempre esperaba a que otra hormiga saliera para encerrarla en la caja de caset y decapitarla o en el mejor de los casos partirla por la mitad, ya que su puntería no siempre era exacta. Memelas creía firmemente que esto hacía enfurecer a la multitud de hormigas y estas salían a caudales, en pleno enfrentamiento entre el - por lo general - asustado ratón y la multitud de cucarachas que si no cogían, lo que hacían era mordisquear al ratón que chillaba y corría sin poder deshacerse completamente de un buen montón de cucarachas. Memelas llamaba épicas a estas peleas y cuando encendía el arito de fuego para que ninguno de los componenetes de su diversión escapara, pegaba aullidos y el triple enfrentamiento le parecía algo de lo más original y construído por lo que comenzó a invitar a sus cófrades más cercanos. Pepe Bolillo y Memo Piedra eran los asiduos y los primeros en compartir la mancha de semen en la puntita al ver morir insectos. Aunque Bolillo se cansó rápido de este "divertimento pervertamento" como él le llamaba dada su condición de cazador de misterios, siguió asistiendo esporádicamente, solo cuando el programa lo merecía. A los pocos meses, entre curiosos y cuates, las peleas en el Coliseo de Roma en el Antro de Toño Memelas, eran famosísimas en la colonia. Se llegaron a hacer apuestas sobre el sufrimiento de los animales.
Hubo momentos inolvidables. Les gustaba mucho, por ejemplo, cuando el ratón aquejado por las cucarachas y las hormigas quienes en una cooperación no dispuesta comenzaban a carcomerle su piel por más hormigas y cucarachas que el ratón despedazara con sus dientes, salía corriendo directamente al fuego. En sus ojos de canica oscura, se reflejaba el fuego al que se acercaba. A veces con buena suerte brincaba casi sin quemarse y entonces el Memelas apretaba una chicharra y todos sabían lo que eso significaba: aplastar al ratón. Mientras el animal corría por el cuchitril a velocidades significativas, los locos ahí reunidos comenzaban a cazarlo. Claro las puertas y toda vía de salidas se cerraban. Los agujeros también estaban tapados y todos ostentaban desde garrotes hasta sus propios pies. El que conseguía apachurrar al infortunado animal, se le premiaba con la delicia de un six pack y la fiesta continuaba rociando insecticida sobre hormigas y cucarachas; esto claro, después de apagar el aro de fuego.

Canales estaba en estas cavilaciones cuando Memelas abrió mucho los ojos y le dijo: ya se que no me crees, y ni tienes que hacerlo. Pero mis descubrimientos son la verga. El degenerado sacó esa libretita ya mencionada con sus apuntes, sus delirios observacionales y llena de hechos irrefutables. Comenzó a dibujar una sonrisa que elevaba sus carcomidos cachetes y sus ojos se desorbitaron aún más. Si Beto no lo conociera de años, habría salido corriendo gritando, pero no; en cierta forma estaba acostumbrado a esas reacciones de Memelas. Éste le aventó a Beto la libretita en la cara y el Canales ajustándose los anteojos, llenos de huellas digitales y grasa de fritangas trató de leer los garabatos de Toño que seguí mirándolo y que ya vislumbraba un hilito de baba saliendo de la comisura de la boca.


- ¡LEE! ¡QUE LEAS! - gritó Memelas y Canales comenzó a recitar lo poco que entendía:

6:15 p.m. voy camino a casa. El chorejas no me pagó los 5 varos que me debe y para que se me bajara el enojo comencé a contar los pasos de su casa para mi casa. Ahorita ya perdí la cuenta pero llevaba 577 pasos cuando comencé a hacer este registro. Es bien temprano, pero quiero ver la tele y dormirme tarde, así que eso es tod,o Libreta de la Verdad.

6:34 p.m. Acabo de ver una estrellota o algo así como la luz de una lámpara que cayó atrás muy atrás de la clínica. Voy a ver que es y sigo reportando para Libreta de la Verdad.

Canales no pudo contener la risa, pero al ver que Memelas no sonreía sino que lo miraba con ojos gigantescos y la boca entreabierta, mascullando amenazas, continuó la lectura.

6:45 p.m. Mis ojos no han podido ver nada y ya está empezando a oscurecer. Me voy a casa a pensar en lo que acabo de ver.

7:19 p. m. Ví a un cabrón enano blanco. Tiene cabello guerísimo casi blanco y era velludo de los brazos. Salió de los arbustos y cuando me vió se echó a correr. Le grité pero no me hizo caso, corrí mucho y no lo alcancé. Caminé más al fondo y como que pise algo, quise ver pero ya estaba muy oscuro y entonces, como si prendieran muchos focos de un jalón, una cosa grandota y brillante salió como a dos metros de donde yo estaba y luego ya no estaba. Creo que parpadié y cuando lo hice ya no estaba, Qué poca madre. No entiendo qué pasó.

Beto vió a Toño. Sabía que el Memelas quería una opinión de él. Dejó su libretita en el suelo y le dijo que mañana lo vería. Memelas no contestó, siguió en su cuarto oscuro, sentado en el piso, viendo hacia la parte más negra. La opinión de Beto estaba dicha sin necesidad de que haya abierto la boca.